El abuso y la estafa de los curanderos en Honduras que el Estado permite

Publicado en: TERAPIAS ALTERNATIVAS

curanderos

El objetivo más específico son las mujeres, madres y esposas a quienes sus hijos o maridos han dejado de enviarles dinero y les venden la idea de que se puede solucionar con sus trabajos. Así, las personas desesperadas –en especial mujeres– por problemas con sus parientes en otro país recurren a estas falsas botánicas.

 

 

“Le vamos a ayudar, de todo corazón se lo digo. Tenemos la capacidad de ayudarle. Confíe en Dios primeramente y en esta hermandad de la gran logia blanca, de la gran parapsicología moderna, hermandad gnóstica. Problemas con su hijo, madre. Si está dándole la espalda, si su hijo ha cambiado mucho. Llámenos al XXX o búsquenos en la calle principal de la colonia El Country, casa color azul de dos plantas con un rótulo que dice Botánica de la Hermandad Israelita.

 

Tras escuchar este tipo de ofertas milagrosas la Unidad Investigativa del diario hondureño El Heraldo decide desvelar lo que hay detrás: ¿qué motiva a estas personas y cómo operan? Los hallazgos fueron tan reveladores como traumáticos, ya que se descubrió que venden falsas esperanzas, medicamentos sin ninguna regulación, estafan a las personas y hasta pudieran estar cometiendo abusos sexuales a mujeres que buscan su ayuda.

 

Una visita al lugar

 

Un equipo de la Unidad Investigativa de El Heraldo se trasladó hasta el lugar para concertar una cita. Preguntando en las pulperías cercanas dimos con el sitio. El rótulo, de fondo blanco y letras azules, es pequeño y está colgado en el balcón de la ventana, por lo que es poco visible.

 

Nos asomamos a la puerta, que también tiene balcón, y saludamos. Un adolescente de entre 16 y 18 años de edad, aproximadamente, atiende al llamado. Desde la puerta se pueden ver un par de muebles en la sala, atrás de la ventana, y frente a ella una mesa que sostiene un vetusto televisor. Allí permanecía sentada una jovencita, quien después comentó que es la pareja del muchacho que atiende el negocio.

 

Más al fondo, frente a ella, se logra ver una vitrina con cajas, botes y sobres que contienen medicinas naturales y hacia la pared un estante en el que ubican botellas con líquidos o aguas medicinales. A la derecha se observa una línea de sillas en dirección hacia una puerta, donde se puede leer “Oficina” con letras pintadas en rojo.

 

Al consultar si hay consulta el joven responde que sí, pero le digo que regresaré más tarde y me despido. Al siguiente día El Heraldo se dispone a confirmar que la pequeña tiendita es sólo una fachada para hacer pasar el lucrativo negocio de la estafa como una botánica.

 

Mientras el equipo se instala en un lugar estratégico de la transitada calle, a eso de las 12:20 del mediodía, hacemos ingresar a una de las supuestas clientas al local. Pregunta si hay consulta y le dice que quiere comprar medicinas y esperará a su supuesto primo que a los pocos minutos llega. Mediante un mensaje de texto dan luz verde para ir por la consulta.

 

Así es una “consulta”

 

Al llegar le digo al joven que voy a consulta y le pregunto por el hermano Enrique Garza, a lo que contesta: “Sólo le hago una llamada y él viene, porque está en la otra esquina”. Me cobra 100 lempiras (3,6 euros) de la consulta y me pregunta el nombre, dirección y número de teléfono. Entonces me identifiqué como Esther Gonzales, de la aldea Cerro Grande, y le di un número celular también inventado.

 

Medicamentos sin registros sanitarios ni explicación de los componentes que contienen son parte de los productos que ofrecen en las botánicas, que operan sin ningún permiso. Tras unos 10 minutos de espera aparece el supuesto “hermano israelita”, con dos niños. Son sus hijos. Pero no era Enrique sino Vicente, según me dijo, nombres que probablemente son falsos.

 

El hombre que se ve con sobrepeso, trigueño y con apariencia de mercader, viste un pantalón de mezclilla (jean), una camisa tipo polo azul, dos grandes cadenas que cuelgan en su cuello, zapatos y faja en tono amarillo. Saluda y pasa de una vez a la oficina y los niños van a la segunda planta. El muchacho le lleva el papel con los datos y a los pocos minutos me dice que pase.

 

Entro a la oficina, me da la mano, me pide que me siente y me pregunta los mismos datos que le había dado al jovencito, por lo que se los di, excepto el número de teléfono que había inventado.

 

Comenzó a preguntarme por qué problema lo visitaba. Le expliqué que mi marido Edwin López (nombre ficticio) se había ido a los Estados Unidos y que desde febrero no se comunicaba conmigo ni enviaba remesas para los dos hijos que tenemos. Mientras escuchaba mi historia alistó las cartas del Tarot.

 

Sincretismo religioso y esotérico

 

Encima de la mesa había muchos objetos: esculturas de yeso de la “Santa Muerte” (imagen con forma de calavera en negro y blanco) en los dos extremos, arriba de las imágenes había figuras católicas, al lado derecho la Virgen de Suyapa y al izquierdo el Divino Niño.

 

En ambos lados había velas y botes similares a los aerosoles con etiquetas de figuras demoníacas en las que se podía leer “Polvos para la suerte”, “Poción de brujería” y “Magia negra”, entre otros. Miles de ingenuos se dejan sorprender y no razonan la mezcla de los objetos, ya que ofrecen brujería, pero a la vez le sugieren que tenga fe en Dios. Además mezclan figuras religiosas de varias culturas, tal como Buda y la Virgen de Suyapa.

 

Yo quiero que me ayude, hermano, le digo.

 

Todo lo que está pasando lo dirán las cartas, responde. Se roció un spray en las manos y sentí temor de que aquella sustancia me dejara inconsciente o me durmiera.

 

Coloque su mano sobre las cartas. Cierre los ojos y rece un padre nuestro mientras yo invoco.

 

Entonces cerré los ojos y pedí a Dios en mis pensamientos: Señor, protégeme de cualquier mal y ayúdanos a que este trabajo sirva para que las personas no se dejen engañar por estos farsantes. Mientras tanto él decía: Invoco a las siete potencias, los siete espíritus para que me muestren lo que está pasando en la vida de la hermana.

 

Me dijo que tomara una carta. La agarré y se la entregué. De una vez me dice:

 

Hay otra mujer en la vida de su marido. A él le hicieron algo para que perdiera el amor por usted y sus hijos. Fue una salvadoreña. Ellos (los salvadoreños) y los mexicanos están bien adelantados en la magia negra.

 

No me diga eso. Con razón no me contesta, le digo afligida.

 

Así es, y su suegra buscó brujería también para hacerlo, subraya.

 

Después de leer las primeras tres cartas, suena el teléfono de él y contesta.

 

¡Hola, hermano!, ¿cómo está?, ¿el martes va a mandar el dinero entonces? Esteee, yo voy a ir el domingo allá a su propiedad. Voy a ir a hacerle un trabajo allí para que rápido se venda eso.

 

Otra visita

 

¡Aló!, dijo la voz al otro lado de la línea. Era la misma del programa radial.

 

– Buenas tardes, es que escuché que ustedes me pueden ayudar para que mi esposo me mande dinero de “los estados”, es que se fue y no me manda desde febrero y pues yo…

 

– Véngase mañana y traiga dinero para ver qué podemos hacer. Tráigase unos mil lempiras (36 euros), porque hay que invertir en materiales.

 

– ¿Mil lempiras?

 

– Ah pues sí, es que hay que invertir en velas y todo eso.

 

– Pero es que no tengo tanto.

 

Véngase con lo que tenga, mañana yo voy a estar atendiendo desde las 8:00 de la mañana

 

– Vaya pues.

 

La otra persona colgó y la cita ya estaba hecha, al día siguiente iría en busca de una respuesta.

 

La Unidad Investigativa de El Heraldo conoció la estafa y la mentira que hay detrás de los centros que a cambio de grandes sumas de dinero ofrecen “milagros poderosos”, pero que tras la fachada de centros de medicina natural son verdaderos centros de tráfico de fe.

 

A las siete de la mañana el plan estaba trazado, no sabía lo que encontraría, pero con una historia creada se podría entender mejor qué hacen estos comerciantes de la fe. Con unas “leggins” negras, una camisa muy suelta de rayas a colores, zapatos negros sin tacón y un moño a medio terminar le había dado vida a una madre desesperada por mantener a sus hijos, ella se llamaría Yolanda.

 

De manera ficticia, su esposo y padre de sus dos hijos se había ido como inmigrante a Estados Unidos y ahora, como en muchos casos, él ya no se acordaba de ella ni de sus vástagos. Me acompañó otra reportera miembro de la Unidad Investigativa de El Heraldo. Entre ella y yo llevábamos los 1.000 lempiras que el “naturista” me pidió el día anterior.

 

El momento llegó, eran las 8:30 de la mañana de un martes. La clínica botánica La Unión está ubicada en el barrio Lempira de Comayagüela, en una esquina frente a una venta de pollos y colindante con una gasolinera.

 

Llegamos al lugar y afuera el equipo fotográfico de la Unidad Investigativa graficaba todo. Por fuera, el local no parece una clínica, es como un apartamento en mal estado. Para llegar a la puerta metálica subimos seis gradas.

 

Antes de ingresar notamos que a esa hora ya había gente esperando por una consulta con el “doctor”, esperamos para que se nos abriera el portón. “Buenos días”, nos dijo una joven de unos 30 años, muy amable. En su mano una libreta y un lápiz de tinta negra sin tapón. “Buenos días”, le dijimos, mientras poníamos un pie dentro de la “botánica”.

 

Adentro, una sala pequeña visiblemente descuidada, paredes café y rosadas, un estante metálico con ocho cubículos llenos de “medicina natural” donde se veían frascos de cápsulas verdes, frascos blancos con etiquetas de colores y botellas plásticas llenas de aguas de colores. “Son 100 lempiras de la consulta, siéntese”, me dijo la joven secretaria.

 

Las víctimas: personas humildes

 

En la misma pared donde está apoyado el estante hay una cortina verde, muy sucia, que deja ver una pieza más en el lugar, muy brevemente pudimos observar que había ropa tendida en unos lazos, una colchoneta y una silla más. Al final de la sala hay dos puertas, una que está tapada con una cortina de tela brillante y roja y una más de metal que permanece cerrada. Es ahí donde está el supuesto doctor y es donde tenemos que entrar.

 

Sentados en las sillas hay cerca de ocho personas, no hace falta observarlas mucho para saber que son de clase muy humilde; en una silla, una joven acaricia su barriga de embarazada mientras platica con otra acompañante.

 

Un señor con botas y sombrero entrelaza sus manos mientras espera y sólo él conoce las preocupaciones que hay entre sus arrugas. Una noble señora sonríe conmigo mientras me acomodo a su lado. Como ellos hay más al final del pasillo.

 

“Pase la siguiente”, dijo la joven secretaria y en seguida la embarazada hace un esfuerzo para levantarse y pasa al “consultorio”. Cuando ingresó se escuchó al fondo del consultorio un “hola, hermana, pase”, y la puerta se volvió a cerrar.

 

No pasaron 10 minutos cuando la joven madre volvió a salir y en seguida otra persona ingresó al consultorio. Así pasaron cerca de 25 minutos y mi turno llegó. No eran nervios lo que sentía, era curiosidad.

 

Pase usted, me dijo la secretaria.

 

Así trabaja un “médico naturista”

 

Dimos menos de 10 pasos y estábamos ahí, la puerta se empezó a abrir y conocí la cara de la persona que me vendería mi milagro.

 

“Buenos días, hermana”, me dijo el hombre de cabeza a medio rapar, barba negra, estilo “candado”, trigueño claro, ojos pequeños que me miraban como si sospechara de mí. A él se le conoce como Martín Montes.

 

Buenos días, doctor, le dije. Ya estábamos adentro y la puerta a nuestra espalda se cerró. El lugar es muy reducido y para ser un “médico naturista” no tiene camillas donde revisar a un paciente, no hay instrumentos médicos, no se parece a nada que tenga que ver con la salud.

 

En el escritorio hay dos velas grandes, gastadas hasta la mitad, que llenan el cuarto de un olor a manzana y canela, además de eso, en una libreta hay varios nombres anotados y un registro de cuánto dinero pagaron ese día. Antes de mí un señor había dejado 3.000 lempiras. También había varias fotografías de personas, en su mayoría de hombres. Frente al escritorio, dos sillas plásticas.

 

Curandero (C): – Siéntese -me dijo con un acento muy raro-, cuénteme, ¿en qué le puedo ayudar?

Periodista (P): – Es que mire, me da pena decirle, pero es que estoy desesperada. Yo tengo un esposo, bueno no es mi esposo, yo me acompañé con él, pero el caso es que él se fue para “los estados” hace seis meses, y mire que yo tengo dos hijos con él y él ya no me manda dinero.

C: – ¡Pues hermana!, si no le manda nada ni se comunica, es que ya le perdió el amor.

 

P: – Yo quiero ver si me ayuda, para que me mande, viera cómo paso, me quedé sin trabajo y el niño solo enfermo lo tengo.

 

C: – Mire, hermana, por lo que usted me cuenta a él es que le han cortado la suerte.

 

P: – ¿Pero y cómo puedo hacer?, yo necesito dinero.

 

C: – Mire, hermana, yo le puedo ayudar, pero hay que invertir en materiales porque por lo que me cuenta ahí hay cosa mala. Mire por lo menos, para empezar, yo ocuparía unos 2.000 lempiras.

 

P: – Pucha… pero yo no tengo doctor.

 

C: – Consígalo, hoy sólo fue que se olvidó de usted, pero después será de su madre.

 

P: – Pero es que no creo que para el otro martes los consiga.

 

C: – Sí, pero si no me deja yo no puedo invertir en materiales.

 

P: – ¿No le puedo dar en partes el dinero?

 

C: – Claro, consígame una foto de cuerpo entero para el otro martes y consiga dinerito. Yo no le digo que no le ayudo, pero tráigame el dinero.

 

P: – ¿Hoy no le puedo dejar 500?

 

C: – Ahora, con esto no hago mucho, tráigame la foto el otro martes. Ahorita puedo ir trabajando sólo con el nombre de él. Escríbamelo aquí.

 

P: – ¿A la misma hora siempre el otro martes?

 

C: – Véngase a la misma hora. Yo hoy empiezo a trabajar en el nombre.

 

P: – Vaya pues, doctor.

 

Seguido de esa escueta conversación, el aparente doctor se paró, se acomodó el pantalón y con la palma de su mano extendida nos señaló la puerta. Era hora de irnos. La sorpresa nos invadió cuando al salir de la “consulta” nos encontramos con que ahora había más personas que cuando llegamos. “Pase el siguiente”, dijo la secretaria.

 

Salimos de la clínica con una indignación enorme y afuera el bullicio continuaba, nadie se imagina las estafas que se gestan en esa pequeña casa verde de la esquina.

 

Segunda cita

 

Pasó una semana desde que fuimos a la botánica, incalculable es la cantidad de personas que habrán caído en las redes de un “charlatán” que encuentra en la desesperación de la gente humilde un negocio redondo. Ese día la Unidad Investigativa llegó varias horas antes de la cita, el sol empezaba a salir y Comayagüela comenzaba a despertarse.

 

Repetimos la operación y esta vez una foto sacada de internet nos permitiría darle una cara al esposo ficticio. Esta vez, cerca de 12 personas esperaban entrar con el médico. Pasó más de media hora antes que el supuesto médico volviera a atendernos. La puerta se abrió nuevamente y esta vez Martín Montes nos invitó a pasar.

 

P: – Yo vine la vez pasada por lo de que mi esposo no me mandaba nada. Aquí le traje la foto, mire, sólo esa tengo.

 

C: – Está feo este caso, le diré que con solo ver esta fotografía veo directamente que a él es cosa mala que le hicieron para que se olvidara de sus hijos. Está bien complicado. Usted necesita dinero para invertir en veladoras de seda. A él lo jodió una mexicana, le cortó la suerte.

 

P: – Yo la vez pasada le dejé 500, no sé si se acuerda.

 

C: – Sí hermana, claro que sí, pero con eso no se puede hacer nada.

 

P: – ¿Y qué es lo que se ocupa hacer pues?, dije mientras fingía curiosidad; sin embargo, sentía un enorme enojo.

 

C: – Está bien complicado ese caso… mire, hermana, para trabajarle espiritualmente yo le puedo decir que no trabajo solo, yo trabajo con velas y no candelitas. Yo ocuparía por lo menos 4.000 lempiras para comprar velas y no le digo que con eso muere todo. Porque no es fácil.

 

P: – Pero yo no tengo tanto dinero, imagínese que yo le consiga esos 4.000 lempiras y no me mande nada.

 

C: – Pues yo no sé, usted es la que sabe, con la mitad que usted me consiguiera, que serían 2.000, yo empezaría a trabajar, no le digo que con eso se soluciona, porque le hablo claro, en este caso de este joven hay que gastar dinero.

 

P: – ¿Y sólo así se puede?

 

C: – Pues sí, hermana, si lo que hay aquí es trabajo negro, es una brujería especial, hay que invertir.

 

P: – El problema es que viera cómo he estado sin dinero.

 

C: – Yo con esta foto le puedo hacer milagros, consiga la mitad, con la mitad yo le arranco. En la medida que usted me deja dinero yo voy trabajando. Si no hay resultados, seguimos invirtiendo.

 

P: – ¿Y si le dejo solo 700?

 

C: – Déjeme 1.000, con 700 no me ajusta ni para comprar el paquete velas, no vayamos a quedar chingos ahí.

 

P: – Se los voy a dejar pues, ¿con eso me faltarían 3.000 más?

 

C: – Sí.

 

Nos pusimos de pie y salimos nuevamente de la clínica.

 

Al descubierto la estafa

 

Pasaron otros siete días y la Unidad de Investigación volvió al lugar de la estafa, el charlatán aguardaba por más personas incautas, las que en su desesperación buscaban su ayuda. La rutina de la botánica no varía, gente humilde entrando a la clínica. Tras que llegamos al local esperamos cerca de 20 minutos para ver al supuesto doctor y guía espiritual.

 

Esta era la tercera y última vez que ingresaríamos al lugar, no sin antes terminar de poner en evidencia la burla a la que se expone la población. Llegó nuevamente mi turno, ahora iba por los resultados de los 1.000 lempiras que antes le había entregado para la supuesta compra de velas de seda traídas desde Belice.

 

C: – Hola hermana, pase, ¿qué me cuenta?

 

P: – Pues aquí, en las mismas, esperando respuesta y nada.

 

C: – ¿Nada, hermana? ¿Ni una llamada de su esposo? Está feo su caso hermana, esta feo. Ahí lo que hay es cosa mala. Esa es que una mexicana le hizo algo y le ha cortado la suerte.

 

P: – ¿Y que ha visto? Yo la vez pasada le dejé 1.000 lempiras. ¿Se pudo hacer algo con eso?

 

C: – Se ayuda, pero no resuelve.

 

P: – Con cuánto yo podría…

 

C: – Diría que con unos 3.000 lempiras para que al menos tenga una comunicación.

 

P: – ¿Y no me puede dar recibo?

 

C: – Esto es un trabajo espiritual, hermana, si ya está con desconfianza, mejor no invierta, porque a mí la desconfianza no me deja trabajar. Sin fe no dará resultado.

 

P: – Vaya pues, doctor, pero no me deje de ayudar. ¿Le puedo dejar 500?

 

C: – Lo que usted pueda, hermana. Pero hay que comenzar porque yo en esa foto le he visto unas sombras negras negras, hermana. Eso significa luto, hasta sus hijos pueden fracasar porque corren peligro.

 

P: – ¿Mis hijos?

 

C: – Ellos pueden fracasar, hermana, esto está feo. Se puede morir un hijo de él.

 

P: – Ya me preocupé, doctor. No quiero que les pase nada.

 

C: – Pídale a Dios, hermana. Ellos son unos angelitos. Déjeme dinerito. Déjeme 1.000 para comprar velas.

 

P: – ¿Y las que compró la vez pasada?

 

C: – ¡Ay hermana! Si es que se gastan. Esas las uso sólo yo a las 12:00 de la noche, son velas de seda. No son de esas candelitas.

 

P: – Vaya pues, doctor. Tome.

 

El último trato quedó cerrado y la estafa quedó descubierta por completo.

 

Su objetivo: el dinero de las remesas

 

Según explica El Heraldo, muchos de estos estafadores andan tras las remesas familiares. El objetivo más específico son las mujeres, madres y esposas a quienes sus hijos o maridos han dejado de enviarles dinero y les venden la idea de que se puede solucionar con sus trabajos. Así, las personas desesperadas –en especial mujeres– por problemas con sus parientes en otro país recurren a estas falsas botánicas.

 

Son alrededor de 4.000 millones de dólares, más de 93.000 millones de lempiras, los que ingresan a Honduras producto de las remesas que envían los migrantes hondureños al año. Más de 7.000 millones de lempiras al mes y 250 millones diarios, en promedio. Ellos lo saben y quieren una “tajada”.

 

Los supuestos médicos, hermanos o brujos, como se hacen llamar, que no son más que estafadores, ofrecen soluciones milagrosas a las personas que tienen parientes fuera de nuestras fronteras. 100 lempiras es el costo de la consulta, pero el negocio va más allá.

 

“Si su familiar no le manda remesas o tienen problemas de migración en Estados Unidos, venga, visítenos. No sufra más, mi hermano, mi hermana, nosotros le vamos a ayudar, son las palabras con la que convencen a las personas que atraviesan situaciones difíciles con sus parientes que se han ido.

 

Hay un grupo de personas que de forma inescrupulosa ofrecen sus servicios en programas radiales, panfletos, anuncios en los diarios y redes sociales, carentes de una regulación estricta. Vivimos en una época en que la gente busca respuestas y el ocultismo ofrece varias cosas atractivas que cualquier persona desearía poseer y por lo mismo muchos son envueltos en este mundo de estafas.

 

Testimonios para convencer

 

En un programa transmitido en horas de la noche en una radio capitalina invitan a que los días viernes asistan para leerle las cartas de forma gratuita y también obsequiarle el elíxir del amor. El descaro excede los límites. Ofrecen supuestos testimonios de personas que habrían ayudado.

 

“Yo soy una madre desesperada que los busqué y por medio de su ayuda encontré esa fe… Mi hijo se fue y no me llamaba, no me mandaba dinero”, cuenta una supuesta paciente, mediante una llamada telefónica.

 

“No hallo cómo pagarles, lo he visto en vivo que ustedes me están ayudando a mi hijo. Yo les pido a todas las personas que se encuentren así que pregunten, que vayan. Yo se los recomiendo, son muy buenos”, expresó.

 

No obstante, buscan distraer a quienes no creen en ellos diciendo: “ésta es una botánica, botánica de medicina natural. Le entregamos la medicina que usted necesita para curarse.

 

Dicen curar hasta el cáncer

 

Venden sus gallinas, sus vacas y hasta sus casas por obtener un “milagro” o un remedio para sus males. Las personas del interior del país son presas fáciles de los “charlatanes” que ofrecen soluciones para cualquier tipo de problema, ¡eso sí! siempre y cuando haya dinero de por medio.

 

Lo curan todo. Desde el sida hasta la diabetes, todo tipo de cáncer y dolores, le ofrecen darle suerte, atraer a su pareja, quitarle el “mal que le han hecho” o que el pariente que vive en el exterior le mande dinero. Son personas que dicen tener todo tipo de poderes y que enfrentan el mal, además, se hacen llamar cristianos. Es todo un juego de la fe.

 

La Unidad Investigativa de El Heraldo constató que la mayoría de personas que acuden a las disfrazadas botánicas son de escasos recursos y provienen de los diferentes pueblos del país. Es justo donde muchos programas de radio tienen su mayor audiencia, situación que conocen muy bien y aprovechan los embaucadores. Ponen a disposición sus números telefónicos y extienden sus operaciones a las diferentes ciudades para poder atender a todos los incautos que buscan su ayuda.

 

“¡Aló!, Sí él habla, sí… qué tal, hermano, ¿dónde está usted pues?”, pregunta uno de los “doctores” que El Heraldo investigó. Al otro lado del teléfono una persona contesta, es un hombre ya mayor, según el contexto de la conversación, y da sus datos al “hermano”.

 

Tras unos segundos el hombre, que se jacta de ser ungido y camina de un lado a otro en la clínica después de despedir a uno de sus “pacientes”, le dice que haga un esfuerzo, hermanito, consiga dinerito, hermano, y se viene para Tegus (Tegucigalpa)”.

 

Es muy probable que al siguiente martes (día que atiende en la capital) el señor desesperado haya viajado lleno de esperanzas y mucha fe en el “hermano” que le aliviará su mal, sin sospechar que más que su bienestar lo que le interesa es el dinero que le pueda traer. Ésta es sólo una de las tantas llamadas que recibe durante el día, las que atiende en medio de las consultas, antes o después, pero que denota la descarada manera de hacer dinero con los pobres.

 

Los visitantes consultados provenían de Lepaterique, Tatumbla, Orocuina Y Reitoca, entre otros pueblos de la zona centro-sur del país. No obstante, el alcance de estos centros ahora es mayor, ya que anuncian sucursales en Choluteca, Comayagua, Catacamas, Cortés y Yoro.

 

Además de los medicamentos, que a simple vista se ve que son las mismas pastillas en diferentes frascos, también ofrecen trabajos sobrenaturales para la suerte o brujería. Según las publicaciones en las redes sociales de estos sujetos, les visitan personas de La Mosquitia, Trujillo y Ocotepeque, que son los lugares más alejados al centro del país. En la estafa también caen personas adineradas y letradas que atraviesan algún problema.

 

Desaliento

 

Después de la expedita consulta de unos 10 minutos se observan los rostros desencajados y el semblante visiblemente triste de los humildes que pagaron 100 lempiras para decirle sus problemas al supuesto doctor.

 

La razón es casi la misma para todos: necesitan más dinero, quizá 2.000, 4.000, 10.000 lempiras y hasta cantidades insospechadas por los demás, todo para que haya efecto en el tratamiento. Esta situación obliga a los asiduos creyentes de estas prácticas a vender sus pocas pertenencias, incluso a endeudarse para cumplir con el pago.

 

El desaliento es evidente, pero al hombre, que presume ropa costosa, tenis de marca y el último modelo de teléfono, no le interesa eso, tampoco le importa la forma en que los pobres obtienen el dinero para él.

 

Una de las pacientes en conversación con El Heraldo relata que viene desde Lepaterique por un dolor de cabeza que no cesa y el mal llamado doctor le dijo que tenía una enfermedad y que debe invertir para ser curada. Sin embargo, no lleva medicinas, tampoco le hizo una revisión para considerar que ese diagnóstico es real.

 

Otro de los humildes pacientes aguarda desde las 7:30 de la mañana sentado en las gradas que llevan hasta la Botánica la Unión de Comayagüela, que abre sus puertas a las 8:00 de la mañana. Solo él sabe sus penurias, quizá algún médico de profesión le dio un diagnóstico desalentador que muchas personas de tierra adentro no están dispuestas a aceptar.

 

Otros cuentan que padecen enfermedades como cáncer y diabetes, que deben ser tratadas por expertos. La gravedad de la situación es que, si bien muchos de estos medicamentos no les harán daño por ser de hierbas, tampoco les harán algún efecto curativo.

 

En estos casos la fe lo es todo, ya que se ha perdido la confianza en el sistema de salud pública del país. Otros de los que llegan comentan que van por problemas de salud, ya que quizá no se atreven a contar que piden ayuda para supuestos males o brujería que les han hecho a sus familiares o a ellos mismos.

 

 

Autor: RIES