Los libros y la literatura tan abundante hoy, al estilo de complots, oscuros textos ocultos por la jerarquía de la Iglesia, evangelios prohibidos y secretos, etc., ofrecen al amplio y hoy mayoritario mundo del “creer sin pertenecer” cierta razón para creer, o muchas razones para no pertenecer.
¿Qué es lo que lleva a tanta gente a leer libros sobre supuestos evangelios perdidos y secretos que algunos cardenales mantendrían ocultos, sobre complots e infiltraciones de grupos secretos y malvados en el Vaticano, manipulaciones de cónclaves, profecías de fin de milenio o del último Papa, apocalipsis revelados a supuestos visionarios silenciados y que se guardan en documentos encerrados en los Archivos Vaticanos, pergaminos que narran la descendencia de Jesucristo, su linaje hasta la actualidad, su influencia en los aconteceres del mundo por medio de los más sabios hombres de la historia,..?
¿Por qué este tipo de literatura tiene tanto auge? Seguramente no lo sepan ni los mismos editores. Simplemente, la gente lo lee, y estas editoriales piden libros sobre estos temas, y los escritores de mayor o menor calidad, cultura, erudición y altura ética llenan el mundo de estas publicaciones.
No obstante, recogemos unas palabras que en el año 2005 daba uno de los mayores expertos del mundo sobre sectas y sociedades secretas, el Dr. Massimo Introvigne, fundador y director del CESNUR, (Centro de Estudios sobre las Nuevas Religiones), en su obra “Los Illuminati y el Priorato de Sión”, que por su actualidad siguen siendo una buena explicación de dicho fenómeno.
“Si se rechaza la religión, el puro racionalismo de la Ilustración resulta insuficiente para convencer a las inteligencias y caldear los corazones. La demanda de lo sagrado, negada por la crítica iluminista al cristianismo, se desfoga en las formas de un irracionalismo mágico, esotérico y complotista (como la literatura de Dan Brown, entre otras).
En el occidente contemporáneo en general, la mayoría de las personas, más del 80% en la Unión Europea y más del 90% en los Estados Unidos, se declara aún religiosa; es más, el ateísmo y el agnosticismo han decrecido tras el derrumbamiento de las ideologías en que fundamentaban sus justificaciones teóricas.
Ahora bien, la mayoría de estas personas “religiosas” no está en contacto regular con ninguna Iglesia o institución: ni con las “antiguas” ni con las “nuevas religiones”. Sólo el 40% de los americanos y el 20% de los ciudadanos de la Unión Europea frecuenta al menos mensualmente un lugar de culto [datos del año 2002]. La religión mayoritaria en Occidente ya no es el cristianismo: el fenómeno dominante es, según la afortunada fórmula de la socióloga Grace Davie, “creer sin pertenecer” (“believing without belonging”). Hablando de creyente a creyente, la propia Davie, en las “Conferencias Teológicas Sarum”, que impartió en la catedral de Salisbury (Inglaterra) a lo largo de los meses de abril y mayo de 2001, comentó que quien cree sin pertenecer no pertenece y no frecuenta los lugares de culto como consecuencia de una forma de abstención o ausencia de compromiso, de una ideología de la delegación que, de hecho, está más difundida en Europa que en los Estados Unidos. Hay aquí un fenómeno de “religión vicaria”, por el que más de la mitad de los europeos ve a las Iglesias como “instituciones sociales útiles, de las que la gran mayoría de la población tendrá probablemente necesidad una o dos veces en la vida” […]. Sin embargo, durante el resto de su existencia un número significativo de europeos se contenta con dejar que las Iglesias y quien va a la iglesia mantengan viva una memoria que les represente (y este es el significado esencial del adjetivo “vicario”)”.
Dado que pertenecer cuesta, una mayoría de los descomprometidos que creen sin pertenecer delega en una minoría comprometida la misión de pertenecer y de ir a la iglesia, pero en esa mayoría subsiste un cierto sentido de culpa.
Los libros y la literatura tan abundante hoy, al estilo de complots, oscuros textos ocultos por la jerarquía de la Iglesia, evangelios prohibidos y secretos, etc., “ofrecen al amplio y hoy mayoritario mundo del “creer sin pertenecer” cierta razón para creer, o muchas razones para no pertenecer. Dan Brown [y similares escritores] calman a sus lectores al confirmarles en la idea de que es más que legítimo e incluso políticamente correcto creer que en el Cielo y en la Tierra, y en la historia, hay más cosas de las que es capaz de ver un racionalismo ya pasado de moda. Pero sobre todo los tranquiliza y les borra todo sentido de culpa en lo de “no pertenecer”: es bueno no ser practicantes, tenéis razón en no ir a la iglesia, les ratifica. No es cuestión de pereza o de falta de compromiso, sino de algo completamente lógico, las iglesias no se frecuentan porque la Iglesia es una institución basada históricamente en la mistificación, la violencia y el engaño. […] Hacéis bien en creer, les dicen, pero también en no pertenecer, porque la Iglesia es mala“.
Fuente: RIES